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+ momentosLos interiores de las iglesias suizas suelen ser austeras, parcas, frías e imponentes.
El producto de la reforma protestante que destruyó muchas obras de arte para imponer una visión más rigorista del cristianismo. Una revolución que no llegó a Lugano, que conservó su identidad católica. Esto ha permitido salvaguardar la obra de arte más importante del Renacimiento que se conserva en Suiza, la ‘Pasión y crucifixión de Cristo’. Pintado por Bernardino Luini en 1532, fue una de las últimas obras de este discípulo de Leonardo da Vinci antes de su muerte.
Cuando observamos este fresco, no estamos viendo una pintura que congela un momento fijo en el tiempo. Es más bien un cómic del siglo XVI que relata la pasión, muerte y resurrección de Cristo en siete episodios interconectados. Una serie de viñetas que cuentan una historia.
«DNI, por favor», la agente uniformada no estaba para bromas ese día.
«Tenéis 20 minutos», nos informó con firmeza. Afortunadamente, fue la primera y última vez que nos pidieron la documentación en todo el viaje.
Nos encontrábamos en el interior del cuartel general de la policía de Zúrich y nuestra visita no tenía nada que ver con haber transgredido la ley. Estábamos aquí para ver los murales del artista Augusto Giacometti.
En 1922 el Ayuntamiento convocó un concurso para embellecer la entrada de este edificio, que anteriormente había sido un convento. El certamen lo ganó el pintor proveniente de la familia Giacometti, una estirpe de artistas legendarios en el imaginario suizo.
El trabajo mezcla motivos florales con escenas que ensalzan a la clase trabajadora. Una obra que merece una breve parada cronometrada por agentes de la ley.
En St. Gallen hay una serie de tesoros que solo vas a ver si levantas la mirada al cielo.
En St. Gallen hay una serie de tesoros que solo vas a ver si levantas la mirada al cielo. El centro está lleno de estampas del modernismo suizo que requieren estar atentos a las fachadas de los edificios.
Esta se llama Haus zur Treue y fue construida entre 1907 y 1909 por el arquitecto Cyrin Anton Buzzi. Pero hay muchas más como esta por toda la ciudad, recopiladas en la web Art Nouveau World. Levanta la mirada del teléfono para no perderte muchas cosas.
«No alterar bajo ningún concepto el diseño. No mover los cuadros».
El testamento de Gustav Zumsteg (1915-2005) dejó instrucciones muy claras para salvaguardar la identidad de Kronenhalle, uno de los restaurantes con más solera de Suiza. ¿Pero qué es lo que le hace tan especial?
Empecemos por los cuadros. Miró, Picasso, Chagall, Braque, Kandinsky, Klee. Nombres de pintores que solo encuentras en los mejores museos del mundo tienen obras originales colgadas en la pared del restaurante. Zumsteg fue acumulando una colección valiosísima a lo largo de su vida y prefirió compartirlo con sus clientes en lugar de guardarlo bajo llave en su apartamento, situado encima de su negocio.
Continuemos con el ambiente. Camareros con chaquetilla blanca que llevan décadas trabajando allí. Trato amable y cercano. Clientela muy variopinta. Excéntricos millonarios, alta sociedad local, extranjeros de paso que buscan una experiencia auténtica.
¿Y la comida? Muchos críticos dicen que es lo menos interesante del local. Afirman que lo que realmente destaca es el ambiente. Nuestra experiencia, en cambio, fue notable. Es comida centroeuropea dominada por la carne y las salsas pesadas. Las porciones son de festín. Quizá influye el hecho de que los platos son muy distintos a lo que acostumbramos a comer en España, pero la especialidad de la casa, ternera en salsa y rösti, nos pareció exquisita.
¿El precio? Caro. Muy caro. Pero todo viaje merece un homenaje, y comer en un lugar histórico rodeado de cuadros de los artistas más importantes del siglo XX fue suficiente para convencerme de abrir la billetera. Ya habrá otros días para ahorrar.
A los pocos minutos de sentarnos a la mesa, el sol empezó a filtrarse por las ventanas translúcidas del restaurante. Los rayos de sol alumbraron el cuadro de Chagall que colgaba en la pared, que recreaba también una puesta de sol. Lluís, el fotógrafo que me acompañó en este viaje, inmediatamente se anticipó a lo que estaba ocurriendo. Sacó su cámara, se levantó, apuntó y disparó, todo en pocos segundos. Y fue capaz de resumir en una sola imagen lo que hace tan especial al restaurante. Algo que los romanos llamaban el genius loci. El alma de un lugar.
Pero los encantos de Kronenhalle no terminan con su restaurante. Una puerta discreta de madera conduce a un bar del mismo nombre, que es igual o más impresionante. Forrado de madera, tiene una atmósfera cálida y acogedora. Sus muros también están decorados con obras de pintores como Picasso y Miró. Y los cócteles son un verdadero manjar de los dioses. Si prefieres ahorrarte la comida, no escatimes a la hora de tomar una copa en el bar de Kronenhalle.
No vale con tener un espacio público espectacular.
Hay que habitarlo. Hay que usarlo, cuidarlo y vivirlo. Y en eso los ciudadanos de Zúrich son verdaderos expertos.
En verano, el verde se funde con el azul del lago. La hora de la comida se convierte en una oportunidad para tirarse al agua. Cuando llega el fin de semana, la interacción con el lago se vuelve más intensa todavía.
Habita Zúrich como otro ciudadano más. Aprovecha las ventajas de ser un outsider. Convierte lo ajeno en propio. Consigue una entrada al teatrillo de la ciudad. ¡Es gratis!
175 kilómetros de carriles bici convierten a Winterthur en la mejor ciudad de Suiza para ir en bici.
Casi todo lo importante se puede alcanzar a pie, pero si tienes poco tiempo, ¡alquilate una!