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+ momentosNuestro viaje al interior del Rolex Learning Center fue un recorrido con un final incierto.
Cuando pensamos que habĂamos llegado a conocer todos los rincones de este edificio, de pronto se abrĂa un nuevo espacio que no habĂamos visto antes.
No habĂa ni una sola lĂnea recta, ni muros separadores ni escaleras. «Los humanos no nos movemos en lĂneas rectas, nos movemos en lĂneas curvas», dice Ryue Nishzawa, del estudio de arquitectura SANAA, quien diseñó el espacio.
Cada sala estaba interconectada por caminos que subĂan y bajaban de forma sinuosa. En cada zona habĂa patios interiores que dejaban entrar la luz, accesibles desde dentro y desde fuera del edificio. Esta porosidad hizo que nunca tuviĂ©semos la sensaciĂłn de estar en un inmueble de grandes dimensiones pese a que abarca más de 20.000 metros cuadrados.
El proyecto naciĂł a partir del deseo de la universidad politĂ©cnica de Lausana (EPFL), una de las más prestigiosas de Europa en ciencia y tecnologĂa, de dar un vuelco a su imagen.
Inaugurado en 2010, hoy es el buque insignia de la instituciĂłn. Un lugar en el centro del campus para ser habitado, con una biblioteca, cantina, zonas de trabajo y abierta al pĂşblico. Un sitio en el que hay libertad para que las ideas fluyan en perfecta comuniĂłn entre el interior y el exterior.
«Los cientĂficos y los artistas tienen mucho en comĂşn. Tienes que ser creativo para ser un buen cientĂfico. La arquitectura es una disciplina que une las dos cosas», decĂa Patrick Aebischer, presidente emĂ©rito de EPFL. «Y eso es lo que queremos transmitir a nuestros alumnos».
—Buscamos la piscina —informamos al encargado del local.
—¡Seguidme! —contestó sin pensarlo dos veces.
Nos guio por unas escaleras, sacĂł un juego de llaves, las metiĂł en la puerta y ¡zas! AllĂ estaba. Una piscina interior gigante completamente vacĂa.
—Hemos hecho de todo aquĂ. PelĂculas, presentaciones, exposiciones, fiestas, representaciones teatrales —nos explicĂł visiblemente emocionado por las posibilidades de este enorme cubo rectangular— ¡Ah, que no me he presentado! Me llamo Dominic, por cierto.
En cuestiĂłn de segundos habĂamos llegado al corazĂłn de Neubad, uno de los centros culturales más punteros de Suiza.
Desde 2013, las antiguas instalaciones deportivas han sido transformadas en salas de trabajo y un cafĂ© restaurante muy concurrido por los hĂpsteres locales. Pero el verdadero centro gravitacional de Neubad es, y siempre será, la piscina.
Dominic dice estar tan entusiasmado como el primer dĂa con el proyecto pese a las dificultades de sacarlo adelante. «No pagamos alquiler al Ayuntamiento bajo la condiciĂłn de no costarle ni un franco a las arcas pĂşblicas. Eso nos obliga a no estar quietos nunca; siempre nos inventamos cosas para darle vida a esto».
Antes de que nos pusiĂ©ramos gafas para ver imágenes en 3D, habĂa una tecnologĂa que buscaba hacer lo mismo sin necesidad de usar pantallas ni electricidad.
ConsistĂa en pintar escenas en edificios circulares y añadir elementos fĂsicos para generar la sensaciĂłn de estar viviendo una experiencia en tres dimensiones. A esas pinturas las llamaron panoramas.
Popularizados en el siglo XIX, uno de los pocos panoramas que quedan en el mundo se encuentra en Lucerna. La pintura tiene 112 metros de largo y se desarrolla a lo largo de un muro esférico. Muestra al ejército francés derrotado cruzando la frontera suiza tras el final de la Guerra Franco Prusiana.
El paisaje interminable está cubierto de nieve. Se masca la desolación que produce la guerra. Un alegato antibélico absolutamente conmovedor.
La urbanidad en ZĂşrich es relativa.
A cinco minutos de la zona más concurrida de la ciudad encuentras la calma más absoluta. El canal Schanzengraben rodea el centro histĂłrico, pero es casi imperceptible si no lo conoces. Durante siglos se utilizĂł como foso de agua para proteger las murallas de la ciudad antigua. Hoy aĂsla del ruido de la urbe y actĂşa como zona de recreo. Es aquĂ donde encontramos uno de nuestros locales favoritos de ZĂşrich, el bar Rimini, que abre a partir de las 19.00 de la tarde.
Durante el dĂa, cambia de uso y de nombre. Se convierte en Männerbad y es una zona de baño gratuita abierta solo para hombres (el nudismo está permitido). Los lunes el espacio se transforma en un mercadillo, popular entre la comunidad creativa de la ciudad.
En ZĂşrich, el uso inteligente del espacio está a la orden del dĂa. Un mismo lugar puede tener muchas caras y eso permite visitarlo más de una vez sin repetir experiencia.
El Museo de la Cruz Roja se ha adelantado al futuro. La mayorĂa de museos se limitan a mostrar objetos o cuadros, manteniendo una distancia entre el espectador y la obra. AquĂ es todo lo contrario
El museo convierte la historia de la Cruz Roja en una experiencia multisensorial e inmersiva. AllĂ conversamos de tĂş a tĂş con vĂctimas de guerras; aprendemos sobre los orĂgenes de la organizaciĂłn y sobre la importancia del derecho internacional para proteger a personas vulnerables en todo el mundo.
Al final del recorrido llegamos a una exposición temporal que nos dejó boquiabiertos. Una muestra de carteles publicitarios rescatados del archivo de la Cruz Roja. Campañas ingeniosas de salud pública que han salvado muchas vidas. Una de las grandes sorpresas del viaje.
Cuando visitamos ciudades histĂłricas, es comĂşn escuchar historias de arquitectos de siglos pasados que dejaron su impronta en la ciudad.
En Basilea, en cambio, los arquitectos que más han contribuido a su paisaje urbano siguen vivos y activos. El estudio Herzog & de Meuron ha construido más de 50 proyectos en la ciudad y alrededores desde sus inicios en 1978. Sus fundadores, Jacques Herzog y Pierre de Meuron, cumplieron 70 años este año y siguen transformando Basilea. Roche Tower (178 m), la torre más alta de Basilea, lleva su firma. Y ya están construyendo un edificio que será más alto todavĂa, Building 2 (205 m), tambiĂ©n para la farmacĂ©utica Roche. De lo micro a lo macro, su sello se encuentra en toda la ciudad.
Quizá lo más interesante de este estudio de arquitectura es el intento de no repetirse jamás. A diferencia de otros arquitectos que buscan reproducir su sello una y otra vez sin importar el lugar donde se encuentra, ellos siempre buscan huir de la estandarizaciĂłn. Para los interesados en una mirada más profunda sobre su contribuciĂłn a la ciudad recomendamos el libro ‘From Basel, Herzog & de Meuron’, de Jean-François Chevrier.