Momentos urbanos suizos
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Todo tiempo es poco a bordo del M.N Ceresio.
Esta embarcación de los años 30 navega por las aguas del lago de Lugano con una silueta inconfundible. Alargada, fina y estilizada, fue el barco que nos acompañó durante los múltiples trayectos que hicimos (todos incluidos en el precio de nuestra Swiss Travel Pass).
«El motor ha sido totalmente restaurado para cumplir con las normas medioambientales actuales, pero el interior sigue siendo completamente original», me explicó el simpático revisor de billetes.
Su polo azul marino llevaba el emblema de la Società Navigazione del Lago di Lugano, la empresa que lleva desde 1848 transportando viajeros por estas aguas.
No es la forma más rápida de moverse por Lugano, pero ¿para qué viajar si viajas con prisa?



Ginebra es la ciudad más diversa y cosmopolita de toda Suiza (el 37% de la población es extranjera). Pero si hay un sitio donde las diferencias sociales se difuminan, es en los baños de Paquis, el lugar predilecto de los ginebrinos para poner el cuerpo a remojo durante el verano.
El espacio sigue manteniendo su espíritu popular y accesible gracias a un grupo de activistas locales, que se movilizaron en 1987. Aquel año el Ayuntamiento presentó un proyecto para renovar completamente los baños.
Temerosos de perder la personalidad del espacio, un grupo de activistas constituyeron una asociación llamada l’Association d’usagers des Bains des Pâquis (AUBP) y consiguieron firmas para someter el plan a referendum. El 25 de septiembre de 1988, más de 17.000 personas votaron en contra, obligando al Ayuntamiento a abandonar el proyecto.
A partir de esa victoria de la democracia directa, la gestión del espacio ha estado en manos de la AUBP, que sigue velando por la integridad de los baños.
En invierno, existe la tradición de venir aquí a tomar fondue en su restaurante. Pero en verano es cuando el espacio encuentra su verdadera razón de ser, acogiendo a gente de todas las edades y clases sociales. Una razón de ser por la que merece la pena luchar.


Frau Gerolds Garten es un capítulo más en la historia de transformación del barrio de Zúrich West.
Un jardín urbano que suaviza las formas agresivas del cemento. Un bar restaurante al aire libre, abierto hasta tarde, para codearse con los locales. Un ejemplo más de la capacidad que tenemos los seres humanos para transformar espacios olvidados y en desuso en lugares vivos y acogedores.


El buen diseño no es solo lo que se ve, sino lo que no se ve, y Suiza, muchas veces, se caracteriza por este tipo de diseño.
El reloj mítico que cuelga en todas sus estaciones de trenes tiene esta característica. Usa lo mínimo necesario para decirte la hora. Y no por ello es peor. Al contrario, ofrece una experiencia más limpia y más equilibrada.
En Suiza se inventaron tipografías mundialmente conocidas, como la Helvetica y Univers; sus diseñadores se guiaron siempre por el «menos es más», una característica que ya se da en su inconfundible bandera.
El diseño de carteles es algo que se toma muy en serio en el país, como puede verse en cuentas de Instagram como @swissposters.
Esta cultura tiene su hogar en el Museum für Gestaltung, que cada año organiza entre cinco y siete exposiciones. Un museo y centro de investigación que almacena más de 500.000 objetos relacionados con la cultura visual.


Siempre me ha gustado visitar iglesias cuando están vacías.
Sé que el fin último de un lugar así es que esté lleno de vida, pero prefiero recorrerlos por la mañana, en un día de diario, sin gente.
Uno de los elementos en los que siempre me fijo es el órgano. «El instrumento que ha utilizado el ser humano para intentar recrear lo místico y metafísico más allá del día a día», en palabras de Christopher Nolan.
Junto con el compositor Hans Zimmer, el director de cine británico convirtió este instrumento milenario en el protagonista de su película de ciencia ficción futurista Interstellar. «Es muy humano. Necesita aire para sonar y para ello necesita respirar. En cada nota escuchas la respiración y la exhalación», dice Zimmer. «Es una tecnología que se inventó para servir a la música. Ciencia utilizada para servir al arte».
Nolan nos demuestra que el pasado está lleno de ideas para ser redescubiertas.


Oblígate a parar o te perderás muchas cosas.
Suena contradictorio, pero no lo es. Ya no viajamos como en el pasado. Los tiempos son más cortos y se busca hacer lo máximo posible en el tiempo asignado. Es lógico.
Pero viajar no es solo moverse a toda velocidad o coleccionar cromos en Instagram Stories. Viajar también es reservarse un rato cada día para no hacer nada. Sentarse en un banco mirando al lago de Lucerna, levantar la mirada y asimilar lo que estamos viviendo.
Oblígate a parar para no perderte muchas cosas.